miércoles, 23 de diciembre de 2009

Reflexiones a la patria.



Las calles de mi ciudad sufren hoy de verborragia.
Acá preponderan hoy las personas que se acoplan en sublime puesta en marcha de una
escena de tragedia. Muchos, sentados a la mesa, abrigados en sus ropas y al calor de
la familia, se hacen eco de las cosas que otros dijeron por ellos; y así, parecen
todos comensales de nobleza, distinguidos pensadores, elegantes damas finas con moda-
les bien cuidados, dignos de aquellas cenas de las mugrientas princesas.
Pero el tema que circundan es por demás recurrente, nunca llegan tan profundo, sólo
es ruido y pocas nueces. !Y vaya que uno puede ser crítico si así lo quiere. Puede
serlo por su ser, por ganas de engrandecerlo, o simplemente por el odio, el furor que hay
por ser cerdo.
Aquí mismo en esta patria hubo quienes contra todo se lanzaron con el
cuerpo a luchar sin la razón como bandera, pregonando al corazón en la hora de la
guerra.
Aquí sobre este mismo suelo dieron pasos los valientes argentinos y vieron los impu-
nes reyes de la incivilización caer su reinado ostentante ante el noble espíritu
de gente fuerte, que llevó el celeste al cielo, y sus blancos: fueron ellos;
por traidores se cayeron con el peso de las manchas en sus almas a lo largo de
la historia.
Y es maldita, porque está escrita en papel y guardaron bien las copias, se reparte
entre todos los cazadores de sueños, quienes desoyen el grito del fervor popular, los
anhelos de una patria que logró romper cadenas, que fue más allá del mito y se coronó en
el altar de las naciones grandes que son libres entre las aguas del gran mar.

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